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VISIBILIDAD SUSPENDIDA

 

Visibilidad suspendida se compone de tres fotografías y tres monólogos interiores escritos por mi madre, mi hermana y por mí. La obra quiere mostrar aquello que se esconde tras las puertas, aquello no visible pero muchas veces percibido. Aquello que se esconde tras las decisiones. Escojo la puerta como vía de acceso entre lo conocido y lo oculto porque nunca tenemos la certeza absoluta de aquello que encontraremos al cruzar de un lado a otro. La puerta es un símbolo de ambigüedad que une dos mundos pero que a su vez los separa, es la frontera entre lo visible y lo oculto, lo interior y lo exterior, entre pasado, presente y futuro. Lo invisible es sólo un estado de insuficiente percepción de lo visible, aquello que es oculto es solo la circunstancial superposición de las cosas. Lo oculto no es invisible, es visibilidad suspendida.

 

​intervención en la naturaleza

fotografía y cartas en gofrado

midas variables

Barcelona, 2012

 

Todo está oscuro y no tengo miedo. Sigo su voz y me calma. Me acaricia el viento. Tranquiliza mi inquietud el roce de su cuerpo. Murmullo de ramas mecidas a un tiempo son las manos que cantan mil voces mientras duermo.  Zapatos mojados, risas, juegos, piedras en los bolsillos, barro entre los dedos y ese olor a hierba que llevo dentro. Abro los ojos. Siento el silencio. El sol despierta. Empiezo a andar. Caigo. Pruebo de nuevo. Miro hacia atrás y no tengo miedo. Su mano en mi espalda y la fuerza en mí. La luz, el tiempo, estoy aprendiendo. Sé que está ahí, no me preocupa, aún lo veo lejos, tendré que pensar, pero aún no es el tiempo. Ahora río, lloro. Siento el murmullo de los árboles, de la mano segura, caminando sin temor en silencio, su mano, la mía, las hojas cayendo. Quiero pintar y no tengo lienzo. Una pared, otra. Ventanas. El cielo lleno de pájaros, montañas a lo lejos. Camino sin rumbo cierto y a los lados plantaciones de sueños. Un árbol. El suelo se llena de dibujos que borrará el tiempo. Figuras imposibles decoran lo que siento. Me levanto. Observo feliz, me alejo. Sin mirar atrás. No tengo miedo. Me escondo. Me encuentro. Escucho el viento. Palabras en mi oído ablandan mi ansia mientras me duermo.

 

Pues sí. Hace muy poco. Estaba tan cegada en mi verdad que ni siquiera hizo falta que le diera la espalda. No existía. Y ya está. Como esos pequeños cortes que no te das cuenta que tienes hasta que te duelen. Hasta que los encuentras. ¿Desde cuándo está ahí? No importa, y lo piensas. Lo buscas. Y ahora, no puedo seguir. Es un bache. Escuece. No dejo de añorar la calma. La de antes. La de no saber. La de dejar que ocurra. ¡Qué fácil! Abrir los ojos, y dejar hacer a la costumbre. A esa inercia sosegante adquirida con los años. Sin pararse a pensar qué o cuándo. O cómo. Sin pararse. Sin pensar. La escena siempre era la misma. Mi casa. Qué cómodo. Qué cómodo y fluído el movimiento inocente de hacer siempre lo mismo. Había memorizado, inconscientemente, cada milímetro de mi laberinto. Cada poro de mi ser. Y del suyo. Cada escondite. Lo había hecho sencillo. Volviéndose evitablemente simple.  Y fui yo misma. Sí, sí. La responsable. Yo quise retener cada número del quebrado. Para que la fórmula no cambiara. Jamás. ¿Ves? Hasta la luz cae suave. Como a mi me gusta. Pero está ahí. Lo ví. Un día. Apareció sin más. ¿Y si hago como que no está? Me sorprendo en frente. Observando. Sin norte ya. Cierro los ojos. Con fuerza. Sigue ahí de todas formas, detrás de mis párpados, envenenando la paz que me invadía. Se va a romper. Lo sé. Pero debo hacer algo. ¿Y qué hago? La duda. Ahora solo estoy llena de esa ansia que anida encima del pecho. Que anida aprovechando la debilidad humana.La fragilidad que nace cuando nos volvemos soberbios. No soy fuerte. Todo se deshace ante esta visión.No tiene sentido hacerme la dura, y me flaquean las piernas. Eso está ahí, ¡asúmelo tonta! La fuerza no es la constancia, es la capacidad de aceptar lo no escrito. ¿Y qué si no lo has decidido tú misma? Voy a abrir.

 

 

¿Dónde estoy? Me quedo quieta, sin pensar, fijando la mirada en un punto, un punto concreto. Por un instante dejo de respirar. Creo que he visto algo. Tengo que llegar. Empiezo a caminar estimando cuidadosamente cada paso a dar. Está ahí. Lo veo. Necesito sentirlo. Aún está muy lejos, lo sé. No puedo hablar. Todo a mi alrededor es tan delicado, tanto, que va desapareciendo poco a poco. Aún tengo tiempo. Debo impedirlo, no puedo perderme. No puedo desaparecer. Grito y corro sin llegar a ninguna parte. De aquí para allá. Sin pensar. Dejando de sentir mi cuerpo, despegándome de él, liberando mi alma, liberando mi mente.  ¿Por qué siempre me pasa lo mismo? Siento que lo conozco. Tengo recuerdos  que no he vivido. Tengo ganas de empezar otra vez, de volver al principio, al principio de todo. Olvidarme y notar que estoy cambiando, aunque solo sea un poco. Y vivir, vivir de verdad. Me siento bien, no me arrepiento. Lo veo todo con más claridad. Me estoy acercando, pero voy despacito, para no tropezar. Estoy tranquila, por fin, al menos me vuelvo a sentir por dentro. Sí. Ya está. Yo soy la que paso, solo yo. Sola aquí.Lo he escogido. Lo he encontrado. ¡Qué bien! Me parece que estoy encima de todo. Fuera de tantas preocupaciones, fuera del placer que tenía que perseguir, fuera de la duda huída, fuera de todo. Dentro de nada. Vuelvo a la calma, vuelvo al pasado. Tengo que mantenerme. Sí, sí. Tengo que estar aquí. No puedo caerme.

presente                                                   aida velilla comino

futuro                                         nadia velilla comino

futuro                      antonia comino lópez

Antonia Comino | Aida Velilla  | Nadia Velilla

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